martes, 24 de agosto de 2010

Aguafuerte Tiempo-Comida

15:25 hs: Camisa sucia, saco desalineado, pantalón sport y zapatillas. Cara curtida por el furor de la calle y una vida que hace rato lo ha puesto en jaque.

Siempre sentado allí, con un vasito de agua, porque no tiene dinero para acceder a la comida del comedero.

15:33 hs: Burger King. Los flujos de eficacia global circulan por el amplio espacio del local. Los cuerpos de los empleados de las oficinas se amontonan para pedir una hamburguesa.

Colegialas, niños de jardín, oficinistas. Devoración anárquica de un intento de carne, engaño del estómago para volver ágilmente a las actividades.

15:45 hs: Ya no queda casi nadie en el comedero. Un par de empleados del local comen la chatarra que venden. Algunos empleados que salieron a comer más tarde miran dubitativos sus hamburguesas.

El hombre desalineado sigue ahí. Sentado. Calmo. Su mirada penetrante corta el aire como expresando algo.

Todo era rutinario en el lugar, menos él. Los otros transeúntes se acoplaban a la lógica temporal que imponía el comedero. Continuaban su rutina laboral en su almuerzo. Deglutiendo eficientemente, para logra el fin, en el menor tiempo posible.

Pero él no. Ni siquiera comía esa basura. Tal vez nunca comía, quién lo sabe.

15:50hs: Un empleado le trae otro vasito con agua. Estar ahí, visibilizarse, herir de muerte al tiempo-rutina. Poner su cuerpo en esa codificación para descodificarlo.

16 hs: Me retiro del Burger King. Él no. Sigue allí resistiendo al imperio de las hamburguesas.

Alejandro Cantisani

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